
Candados del amor, del desamor, historias que recogen el óxido del tiempo y lo asimilan o se quiebran bajo su peso.
Todo el mundo, si la busca, tiene una historia que contar. Y si hay quien quiera escucharla, el combo está servido. Cuando encuentro escenas como ésta querría conocer todas, las que murieron, las que siguen vivas, las que pelean, las que se rinden, las que no son historias de amor pero quieren conmemorarse como si lo fueran (¿y por qué no iba a haber infiltrados?)… Es el ansia de conocer historias individuales que me hacen entender mejor al colectivo o, al menos, me ayudan poco a poco a ser más empático (o a intentarlo).
Es como jugar en el transporte público a inventar la vida de la gente que ves, solo que en esta ocasión, no son más que candados en un alambre. A mí me hace, cuanto menos, sonreír
Y a ti, ¿qué te hace sonreír?