De tan fácil como es caminar, casi nadie piensa en qué paso dar, con qué distancia, con que fuerza o velocidad, cuánto impulso…
Lo bonito de los retos es que nos recuerdan para qué hacemos las cosas, para qué nos esforzamos. ¿De qué nos sirve andar si hemos olvidado como se anda? Desde luego da miedo plantarse frente a los retos, dan mucho miedo. Dan, también, sensación de impotencia a veces. Pero, sabiendo que saldré vivo de ellos (y más fuerte si cabe) a mi me dan ganas de sonreír, porque sé que lo que hoy es un reto mañana será un logro.
No tengas miedo de que la vida te desafíe, es su manera de decirte que te tiene en cuenta. Te plantea un reto con su sonrisa pícara.
Y a ti, ¿qué te hace sonreír?