Sencillo. Tanto como aquello de «a nadie le amarga un dulce,» A nadie le amarga la recompensa tras el esfuerzo.
Pero el verdadero motivo para sonreír, el bueno de verdad, es el tener la fortaleza (mucho más psicológica que física) de seguir adelante con el esfuerzo incluso cuando la recompensa es tan lejana, desconocida o dudosa, que no es aliciente suficiente.
¿Cómo no sonreír tras mostrar tesón, inabatibilidad, garra y la fuerza interior de darlo todo?
El que se lanza a la batalla sonriendo no siempre es un loco, a veces también es que disfruta de lo que hace (tradúzcase batalla como «vivir»)
Y a ti, ¿qué te hace sonreír?