La psicología positiva está en boga, todo el mundo habla de ella, hay enlaces a temas relacionados por todas partes, los libros de autoayuda proliferan… Sin embargo, sigue habiendo cierto rechazo hacia el optimismo. Cuando cuesta ser optimista la gente no quiere a alguien recordándole qué debería pensar o cómo debería tomarse las cosas.
El optimismo no es la panacea ni la solución. Los problemas no se arreglan con optimismo, siendo alegres y felices y sonriendo al mundo. Tampoco se arreglan con ley de la atracción, deseando mucho y muy fuerte que se arreglen. Se arreglan poniendo soluciones, se arreglan actuando y, a veces, no se arreglan. Y hay que asumir que esto es así. Lo que no puedo negar es que, para mí, una actitud positiva ante todo lo que tenga que afrontar me facilita estar más predispuesto a tratar de poner soluciones y hacer algo que una actitud negativa. Alguien positivo no es un superhéroe con una lámpara mágica de los deseos, es una persona con recursos. Así lo veo yo y así defino el ser positivo, no se trata de vivir felices en el país de la piruleta.
En los últimos años he encontrado a gente que ha expresado claro rechazo a presentarte ante ellos con un estilo de vida más positivo. Y con positivo me refiero a ese que sabe que no todo se soluciona con felicidad, sonrisas, ho’oponopono y deseos gritados al universo; pero que sabe que una buena actitud puede preservar las fuerzas para una toma de decisiones que resulte importante en lo que tenga que venir. Existe rechazo al optimismo, la gente no quiere saber nada (no todos, obviamente, es una generalización). Y observando esto (y siendo rechazado en ocasiones simplemente por «ver más del lado bueno»), me he fijado que existen, al menos, dos clases de rechazo:
- Gente que quiere disfrutar de su desgracia, croquetear en ella, rebozarse, y no están dispuestos a que nada ni nadie los saque de allí. Es la clase de persona que cuando están mal, ese sentimiento tiene que dominar su vida. En ocasiones no se dejan dar consejos y en otras simplemente que alguien feliz pase a su lado sólo es para regodearse de su desgracia. Cree que no merece tener una visión algo más benévola de la realidad y en parte envidia al optimista, pero se alegra de no serlo porque está convencido de que el optimista se está equivocando de camino. Cuando este «rebozarse en su desgracia» es muy intenso, la mera presencia de una persona mínimamente alegre a su lado puede arruinar su vida.
- Gente que cree que no se puede ser tan feliz y entonces o bien es fingido o bien eres un ser de otro mundo, o simplemente algo no funciona bien en tu cabeza y lo más probable es que seas un psicópata. A diferencia del primer grupo, esta gente no necesita estar mal para aborrecer tu felicidad, simplemente sospecharán. Preguntan con cierta frecuencia: «¿Tú como puedes ser tan feliz siempre?» o «¿pero es que a ti nunca te pasa nada malo?» Ya hablaba de este fenómeno en un hilo anterior. Para mí esta es la gente que está en fase de pre-contemplación, que aún no creen que sea posible y ni siquiera se plantean la opción de ser algo más optimistas. Simplemente no lo entienden.
Los dos tipos no son excluyentes y una persona puede pertenecer a los dos grupos. Seguro que hay más grupos, pero esos dos son los mayoritarios. El análisis, como está hecho bajo mi perspectiva, está absolutamente sesgado y se observa una clara tendencia a mostrar como algo peyorativo pertenecer a cualquiera de los dos grupos. En realidad, hay un grupo opuesto que sería el «peor» de todos, ese grupo es el del optimista pesado:
- El optimista pesado es un intransigente de la psicología positiva y la felicidad. Sus consejos son prácticamente órdenes. Para él, quien está mal es porque quiere y sólo sus consejos pueden ayudar. Es un ser absolutamente no empático que jamás comprenderá la verdadera situación por la que está pasando la persona a la que intenta «animar.» En general, suele ser contraproducente en sus intervenciones.
Mi recomendación para gente optimista, y la que yo pretendo seguir habitualmente, es de respetar e incluso si es posible comprender. Por supuesto que se puede ayudar, y se pueden señalar aspectos positivos, aunque sea para hacerlos conscientes… pero la importancia que le de la otra persona a esos aspectos, es cosa suya. Como contraparte, aunque más difícil de llevar a cabo, sería de agradecer algo más de empatía por los «no optimistas,» estar a vuestro lado no debería suponer que tengamos que sonreír menos, o dejemos de valorar y señalar aspectos positivos que vemos. Como miembro del «bando optimista,» creo que tiene más utilidad ser mas alegre y benévolo con nuestras interpretaciones de los sucesos, pero no quiere decir que sea mejor o peor, para mí simplemente, una vez te acostumbras a ver y valorar los aspectos positivos, es más sencillo luego abordar ciertas situaciones. Bajo esta idea, mi recomendación para gente «no optimista» es que no le niegue el optimismo a los demás, que intente no sentirse peor por tener un optimista al lado y, si encima puede coger un poquito del optimista, tanto mejor, aunque la decisión siempre será suya.
Yo, personalmente, me he sentido rechazado en muchas ocasiones y he llegado a sentirme mal por ello. Probablemente a veces haya sido el «optimista pesado» y no me he dado cuenta. Probablemente a veces he transmitido una idea errónea de lo que pretendo y piensan que quiero imponer felicidad o borrar pensamientos negativos cuando hablo de los positivos. Sólo pretendo crear variedad y contraste (tirando hacia mi campo), nunca anular el resto de pensamientos o aspectos o hechos porque, seamos razonables, también hay que trabajar con ellos.
Por todo esto, perded el miedo al optimismo o, al menos, a tener un optimista cerca.