Recuerdo aquel día en que me preguntaron que por qué hacía esas chorradas. Probablemente hoy, ninguno de los que cogieron un papelito se acordarán que hace años (¿cuatro?¿tres?¿cinco?) hubo un día, un momento, en el que sonrieron.
Su vida ahora no es más feliz a causa de eso (aunque, ¿y si lo fuera?¿y si sucediera una de estas reacciones en cadena maravillosa?), ni la mía lo es a causa de eso.
Sin embargo, sin saber explicarlo, sin poder decir claramente por qué, sé algo seguro. Merece la pena.
Por eso, sigamos haciendo chorradas.