Existen esos momentos de tiempo en blanco, esos momentos en los que no tenemos nada más que a nosotros mismos y nuestro alrededor. Un espacio sagrado para contemplar, conocerse, compartir con uno mismo. Existen infinitud de lugares que llaman a esta especie de meditación no ritual, pero tener la consciencia de su prescindibilidad (curiosa palabra que no está recogida en el diccionario, al contrario que su antónima «imprescindibilidad»), de que encontramos estos momentos en los segundos que se pierden en el infinito al levantarnos cuando aún no estamos despiertos del todo, durante el automatismo de nuestras acciones aprendidas, al perder la vista persiguiendo algún pensamiento fugaz.
Sobre meditación y los caminos al autoconocimiento y la paz interior, lo más sencillo de todo, es saber que lo hacemos a diario, unos más inconscientemente que otros.
Saber que tenemos tal acceso a nosotros mismos, saber que aunque no sepamos dejar la mente en blanco, es lo que hacemos día tras día, tener la consciencia de que no estamos tan lejos de escuchar para aprender a oírnos, es algo que me hace sonreír. Porque sé que todos tenemos la espiritualidad más cerca de lo que creemos, incluido los que nos declaramos un tanto ineptos
Y a ti, ¿qué te hace sonreír?