Creo que muchos de nosotros, en menor o mayor medida, hemos tenido la oportunidad de sentirnos orgullosos de nuestros allegados. Cuando superan una meta, cuando sorprenden, cuando se muestran al mundo…

En otras tantas ocasiones nos hemos sentido orgullosos de lo que somos, de lo que hemos hecho, de la reacción que hemos causado…

Este fin de semana he tenido, de nuevo, de ver en acción a unos artistas maravillosos y de tener esa sensación por duplicado. La primera, de sentirme orgullosos de lo que son capaces de crear, desde el primero hasta el último. La segunda, de ver el orgullo en sus caras al terminar, reflejando en sus rostros un pensamiento o sensación que no creo que difiriese mucho del «Uooh, de ésto es de lo que somos capaces.»

Pensando en este tema me he centrado en la propia palabra y en su dualidad en cuanto a la connotación. Me he sorprendido al ver que mi reacción frente a la palabra «orgullo,» desprovista de todo matiz, es negativa. Así que, como otras veces en este rinconcito, hoy quiero dedicárselo a limpiar de aspecto negativo esas palabras.

Decir de alguien que es orgulloso no suena bien, en absoluto. Pero atendiendo a este orgullo del que hablo, lo más bonito sería que todos fuésemos orgullosos, pero que nos diésemos a diario motivos para serlo. Así habría orgullosos y «orgullosos con motivos.»